> Cap.1
No era un vagabundo que intentara que le diera una limosna para llevarse algo al estomago o para comprar el último "chute" de metadona que le conduciría a la grotesca muerte callejera.
Mi Ipod murió mientras observaba su silueta . Se traba de una chica. Quedé parado a un metro de ella sin saber qué hacer, expuesto a la humedad que la noche empapada de frío empezaba a desperdigar. Ella no se percató de mi presencia hasta que la moneda que sujetaba entre mis dedos, índice y corazón, resbaló quizá debido al sudor y al nerviosismo que se apoderó de mi cuerpo en tan solo un pequeño instante.
La chica levantó la cabeza y me miró, a la vez que recogía la moneda del suelo que se cayó de mi mano a sus pies. Seguidamente me extendió la mano y me devolvió la moneda, entonces me miró acompañada con una mueca un poco entristecida ,sus labios rojos y sus zapatos, también, ambos temblaban tímidamente por el frío. Me quedé durante varios segundos noqueado, asombrado al ver sus ojos brillosos que quizá habían acabado de llorar. Quizá me quedé así porque nunca me había parado a observar tan detenidamente una silueta femenina como con la que me tropecé. Mientras que yo salía de mi estado de "shock" (que duró varios segundos) extendí mi mano para coger mi moneda y noté como mi tacto se desenvolvió entre sus suaves dedos. Sus uñas estaban pintadas de rojo, muy parecido al tono de sus zapatos y mientras que la luna nos miraba ella me saludó. Le devolví el saludo, la volví a mirar fijamente y mi yo más tierno al que le acompaño unas de mis sonrisas preguntó:
"¿Qué hace una chica tan guapa aquí a estas horas?". En cuanto acabé de preguntarle pensé que a lo mejor me estaba metiendo donde no debía, pero su cara, su silueta, sus labios rojos, sus ojos brillosos, me habían empujado a que le preguntara y mientras que me empezaba a arrepentir de lo hecho, me contestó.
un espacio donde encontrarás desde poesías, historias, narrativa y rarezas. Sean Bienvenidos a mi rincón del Sur.
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La vida no sería vida sin sonrisas, así que sonríe.
22 dic 2011
17 dic 2011
Al salir de la facultad Cap.1
Decidí salir de la biblioteca porque ya era un tarde y emprendí camino hacia casa, no vivo muy lejos de la facultad por lo que suelo ir a pie.
Guardé los apuntes y los libros en la mochila, cogí mis cascos para escuchar música, encendí mi Ipod al que le quedaba poca vida y me puse una canción de Nacha Pop, "La chica de ayer" para ser concretos. Me eché la chaqueta a la espalda y salí por la puerta. Todo estaba vació, nadie se encontraba por allí.
Bajé las escaleras y solo se escuchaban mis pasos y la letra de la canción que retumbaba en las paredes ayudada por el intenso silencio al que presenciaba.
Ni los gritos de las chicas, ni las mil conversaciones que se unen creando el ambiente que me acompaña cada mañana al pasar por los numerosos pasillos de la universidad.
Nada, era un fantasma que vagaba por los pasillos en los que me perdía cuando apenas conocía el lugar.
Terminé de bajar las escaleras, escalón tras escalón, terminé de mirar por cada pasillo, a mi izquierda, a mi derecha y caminé hacia la puerta de la salida cuando vi tras ella que hacía mucho viento, los árboles parecían bailar al compás de la canción. Entonces, me coloqué la capucha de la chaqueta mientras el Ipop pasaba de Nacha Pop a los Rodriguez, "Hace calor" aunque precisamente no lo hacía, casualidades del orden aleatorio de la música... Seguí el camino entre faroles que parpadeaban y otras que, ni siquiera iluminaban.
El aparcamiento estaba casi vacio, apenas dos o tres coches, uno en cada extremo del aparcamiento. Bajé la cuesta y aproximadamente a mitad de la misma vi a alguien que estaba sentando en el suelo.
Al principio creía que era un indigente, un vagabundo que se había extraviado y había acabado cerca de la facultad. Eché mano al bolsillo para ver si tenía algo suelto que darle pues parecía que estaba pidiendo limosna, me encontré cincuenta céntimos, los sujeté entre mis dedos índice y corazón. Anduve un par de metros más hasta que me percaté que no era un indigente.
> Cap.2
Guardé los apuntes y los libros en la mochila, cogí mis cascos para escuchar música, encendí mi Ipod al que le quedaba poca vida y me puse una canción de Nacha Pop, "La chica de ayer" para ser concretos. Me eché la chaqueta a la espalda y salí por la puerta. Todo estaba vació, nadie se encontraba por allí.
Bajé las escaleras y solo se escuchaban mis pasos y la letra de la canción que retumbaba en las paredes ayudada por el intenso silencio al que presenciaba.
Ni los gritos de las chicas, ni las mil conversaciones que se unen creando el ambiente que me acompaña cada mañana al pasar por los numerosos pasillos de la universidad.
Nada, era un fantasma que vagaba por los pasillos en los que me perdía cuando apenas conocía el lugar.
Terminé de bajar las escaleras, escalón tras escalón, terminé de mirar por cada pasillo, a mi izquierda, a mi derecha y caminé hacia la puerta de la salida cuando vi tras ella que hacía mucho viento, los árboles parecían bailar al compás de la canción. Entonces, me coloqué la capucha de la chaqueta mientras el Ipop pasaba de Nacha Pop a los Rodriguez, "Hace calor" aunque precisamente no lo hacía, casualidades del orden aleatorio de la música... Seguí el camino entre faroles que parpadeaban y otras que, ni siquiera iluminaban.
El aparcamiento estaba casi vacio, apenas dos o tres coches, uno en cada extremo del aparcamiento. Bajé la cuesta y aproximadamente a mitad de la misma vi a alguien que estaba sentando en el suelo.
Al principio creía que era un indigente, un vagabundo que se había extraviado y había acabado cerca de la facultad. Eché mano al bolsillo para ver si tenía algo suelto que darle pues parecía que estaba pidiendo limosna, me encontré cincuenta céntimos, los sujeté entre mis dedos índice y corazón. Anduve un par de metros más hasta que me percaté que no era un indigente.
> Cap.2
15 dic 2011
Acababa agosto justo a tiempo
La noche brillaba en el universo, las
estrellas tiritaban, el alcohol por nuestras bocas se gastaba, risas, gritos,
todo englobaba una noche que no podré olvidar nunca.
En medio de la fiesta, en medio de un campo silvestre, bajo una luna
que no le apetecía salir, se me echó el mundo encima. Recordé todo lo que pude
hacer para conseguir el amor, y aquella noche de fiesta se convirtió en una de
dolor, todo me parecía triste, no fue fácil salir de una cárcel en la que tú
mismo te has encerrado.
Me fui, triste, solitario, sin nadie que me acompañara, estuve conversando con mis pensamientos, el por qué de esta vida, el por qué de mis fracasos, pero no sabía que en esa noche mi vida pasaría hoja.
En el momento que estaba apunto de echar a llorar, alguien apareció, se puso a mi lado y me preguntó qué me pasaba, por qué estaba así, yo se lo explique todo.
A ella le pasaba algo parecido, el chico que le gustaba no le hacia caso, y su situación se parecía a la mía, relucían sus copitas de más, y yo aunque bebí no estaba tan afectado por el alcohol, y entonces ella me dijo: “acaríciame”.
Yo no lo dudé, y acaricié todo su cuerpo con mi mano, cuello…espalda…mejilla…labios… La situación se nos iba de las manos, nunca mejor dicho, ella también empezaba a dar besos, pero claro, dos amigos que nunca pensaron en enredarse, quien viera aquella situación, se quedaría muy sorprendido y teníamos que evitar que nos descubrieran y tuvimos que hacer una pausa y asomarnos para ver si alguien se acercaba. Sabíamos que lo que estábamos haciendo no estaba bien, pero el alcohol, la noche, estrellas, nuestras situaciones fueron un cóctel que no nos hizo pensar.
Pero daba igual, nuestros cuerpos seguían enlazados como enredaderas, mi mano cada vez se acercaban mas a sus pechos, hasta que como si fueran montañas escalé hasta la cima, pero luego bajé hasta su ombligo haciendo círculos…
Ella se acercaba cada vez más, cubrió mi cuello con sus besos, pero al querer besar mis labios paré, no podíamos, le dije, aunque por un momento nos besamos. Nuestras lenguas se rozaron, nuestras bocas se besaron, ella encima mía, su pelo, su cuerpo, su todo. Fue una noche que no olvidaré, porque no sentí nada, aunque me hubiera gustado sentir algo, al igual que ella, solo fue un juego de una noche y en algunos momentos pusimos pausa, y nos detuvimos.
Recapacitamos en lo que habíamos hecho, paramos, nos relajamos, y nada me volvió a sentir tal excitación de estar haciendo algo prohibido. Salimos como si nada hubiera pasado, y como amigos seguimos y hasta ahora, nada igual había sentido.
- Dos años después-
Me fui, triste, solitario, sin nadie que me acompañara, estuve conversando con mis pensamientos, el por qué de esta vida, el por qué de mis fracasos, pero no sabía que en esa noche mi vida pasaría hoja.
En el momento que estaba apunto de echar a llorar, alguien apareció, se puso a mi lado y me preguntó qué me pasaba, por qué estaba así, yo se lo explique todo.
A ella le pasaba algo parecido, el chico que le gustaba no le hacia caso, y su situación se parecía a la mía, relucían sus copitas de más, y yo aunque bebí no estaba tan afectado por el alcohol, y entonces ella me dijo: “acaríciame”.
Yo no lo dudé, y acaricié todo su cuerpo con mi mano, cuello…espalda…mejilla…labios… La situación se nos iba de las manos, nunca mejor dicho, ella también empezaba a dar besos, pero claro, dos amigos que nunca pensaron en enredarse, quien viera aquella situación, se quedaría muy sorprendido y teníamos que evitar que nos descubrieran y tuvimos que hacer una pausa y asomarnos para ver si alguien se acercaba. Sabíamos que lo que estábamos haciendo no estaba bien, pero el alcohol, la noche, estrellas, nuestras situaciones fueron un cóctel que no nos hizo pensar.
Pero daba igual, nuestros cuerpos seguían enlazados como enredaderas, mi mano cada vez se acercaban mas a sus pechos, hasta que como si fueran montañas escalé hasta la cima, pero luego bajé hasta su ombligo haciendo círculos…
Ella se acercaba cada vez más, cubrió mi cuello con sus besos, pero al querer besar mis labios paré, no podíamos, le dije, aunque por un momento nos besamos. Nuestras lenguas se rozaron, nuestras bocas se besaron, ella encima mía, su pelo, su cuerpo, su todo. Fue una noche que no olvidaré, porque no sentí nada, aunque me hubiera gustado sentir algo, al igual que ella, solo fue un juego de una noche y en algunos momentos pusimos pausa, y nos detuvimos.
Recapacitamos en lo que habíamos hecho, paramos, nos relajamos, y nada me volvió a sentir tal excitación de estar haciendo algo prohibido. Salimos como si nada hubiera pasado, y como amigos seguimos y hasta ahora, nada igual había sentido.
- Dos años después-
13 dic 2011
MARCA se equivoca
La imagen del Escudo de San Roque,Cádiz |
El escudo que debería haber aparecido |
El escudo gaditano que aparece |
10 dic 2011
Desestimada
Hoy nos hemos besado sin quererlo
después de tanto tiempo sin hablar
mas, no quería entenderlo
el por qué nos tuvimos que encontrar
Recuerdo aquellas primaveras
eras tú mi amiga y compañera,
entre amores y rumores
pasaba abril contando flores
Una charla que duró
hasta las más altas horas de la madrugada
recordando cada corazón
en cada noche y en cada mañana
Que nos vimos las caras
compartimos risas y enfados,
y ahora que me fui lejos
necesito alguien como tú, a mi lado
Corríamos por las playas acaloradas
y bebíamos a escondidas,
yo creía que aquellos momentos
nunca se acabarían...
Pero terminaron, y allí se quedó
todo el recuerdo, la amistad
y esa chispa de amor.
9 dic 2011
“Neruda murió inyectado”
Por Ángel Bermejo
Última actualización 05/12/2011@22:37:10 GMT+1
Con estas palabras declaró, el chófer del Premio Nobel de Literatura, que el poeta murió asesinado, y no por el cáncer que padecía
Según el certificado de defunción de Pablo Neruda muestra que falleció debido al cáncer de próstata que padecía, acabando con su vida el 23 de septiembre de 1973. En cambio, Manuel del Carmen Araya Osorio, chófer personal del literato, sostiene que fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet.
No es la primera vez que su chófer cuenta esta versión de los hechos, puesto que lo quiso difundir por los medios de comunicación que le cerraron las puertas. Pero ahora, el juez Mario Carroza ha abierto el caso hace ya cinco meses, estudiando la posibilidad de exhumar el cuerpo para aclarar la verdadera muerte de Neruda.
El por aquellos entonces, joven taxista, confiesa que se acabó convirtiendo en el hombre de confianza del escritor, declarando que el cáncer jamás le impidió a Neruda hacer vida normal.
Neruda ingresó en el hospital, aunque se hizo público que “estaba más delicado de salud que lo real”. De ahí fue trasladado, días más tarde, a la clínica Santa María de la capital de Chile. Entonces, días más tarde, sobre las cuatro de la tarde mientras que la esposa de Neruda y el chófer guardaban los objetos personales que el literato había pedido que les llevaran mientras permanecía en la residencia. Entonces llamó por teléfono y les pidió que regresaran porque “se sentía muy mal”, mientras que dormitaba un médico había entrado en su habitación y le había puesto una inyección, que según el chófer, acabaría con su vida. Entonces los médicos responsables de Neruda le indicaron al chófer a y su esposa, Matilde, que fueran a buscar un medicamento que no se encontraba en la ciudad, sino en la periferia ya que estaba en juego la vida del poeta. Y así fue, tanto el chófer Manuel del Carmen como Matilde fueron a por el medicamento, pero en aquel desplazamiento en coche, otros dos coches le interceptaron, lo sacaron a la fuerza, lo tiraron al suelo y lo patearon, acabando con un balazo que le traspasó por debajo de la rodilla, declarando asimismo “Todavía conservo la marca de aquella herida”, se les trasladó a un centro de torturas instalado por la dictadura y no pudo saber más noticias de Pablo Neruda que combatían con los efectos de la inyección, que finalmente acabaría con su vida.
No es la primera vez que su chófer cuenta esta versión de los hechos, puesto que lo quiso difundir por los medios de comunicación que le cerraron las puertas. Pero ahora, el juez Mario Carroza ha abierto el caso hace ya cinco meses, estudiando la posibilidad de exhumar el cuerpo para aclarar la verdadera muerte de Neruda.
El por aquellos entonces, joven taxista, confiesa que se acabó convirtiendo en el hombre de confianza del escritor, declarando que el cáncer jamás le impidió a Neruda hacer vida normal.
Neruda ingresó en el hospital, aunque se hizo público que “estaba más delicado de salud que lo real”. De ahí fue trasladado, días más tarde, a la clínica Santa María de la capital de Chile. Entonces, días más tarde, sobre las cuatro de la tarde mientras que la esposa de Neruda y el chófer guardaban los objetos personales que el literato había pedido que les llevaran mientras permanecía en la residencia. Entonces llamó por teléfono y les pidió que regresaran porque “se sentía muy mal”, mientras que dormitaba un médico había entrado en su habitación y le había puesto una inyección, que según el chófer, acabaría con su vida. Entonces los médicos responsables de Neruda le indicaron al chófer a y su esposa, Matilde, que fueran a buscar un medicamento que no se encontraba en la ciudad, sino en la periferia ya que estaba en juego la vida del poeta. Y así fue, tanto el chófer Manuel del Carmen como Matilde fueron a por el medicamento, pero en aquel desplazamiento en coche, otros dos coches le interceptaron, lo sacaron a la fuerza, lo tiraron al suelo y lo patearon, acabando con un balazo que le traspasó por debajo de la rodilla, declarando asimismo “Todavía conservo la marca de aquella herida”, se les trasladó a un centro de torturas instalado por la dictadura y no pudo saber más noticias de Pablo Neruda que combatían con los efectos de la inyección, que finalmente acabaría con su vida.
1 dic 2011
Primera madrugada de diciembre
Dicen que cada poeta tiene una musa. Una musa a la que llorar, una musa a la que rezar, una musa a la que pervertir... Una musa para escribir, una musa para sentir, una musa a la que recordar.
Si te dijera que mi musa desapareció, se fue sin más y no he vuelto a saber de ella. La he buscado y no la he encontrado, desde entonces me han faltado las ganas de volver a escribir, de volver a ponerme bajo el flexo de mi desordenada habitación y dedicarle una de mis horas en la madrugada infinita. Solo intento plasmar falsos sentimientos que hacen sentirme un hipócrita con un lápiz en la mano.
Aveces no me entiendo a mí mismo, tengo brotes bipolares y siento como el día se cubre de nubes mientras que me deslumbra el sol de la mañana.
El poeta no tiene fuerzas para escribir y en cambio se fuerza a hacerlo, apunta con fuerza la punta del lápiz sobre el papel y la punta se rompe y aún estoy buscando el sacapuntas para volver a escribir. No sé de qué escribir y quizá estas palabras no sirvan de nada para nadie, pero sí para rellenar parte de tiempo mientras que me quedo mirando las farolas que se funden en las calles frías de Málaga.
Seguramente estas palabras no te hayan aportado nada, o quizá sí, depende de cada persona y prefiero quedarme conque estas palabras fueron escritas por alguien que no sabía qué hacer la primera madrugada de diciembre.
Si te dijera que mi musa desapareció, se fue sin más y no he vuelto a saber de ella. La he buscado y no la he encontrado, desde entonces me han faltado las ganas de volver a escribir, de volver a ponerme bajo el flexo de mi desordenada habitación y dedicarle una de mis horas en la madrugada infinita. Solo intento plasmar falsos sentimientos que hacen sentirme un hipócrita con un lápiz en la mano.
Aveces no me entiendo a mí mismo, tengo brotes bipolares y siento como el día se cubre de nubes mientras que me deslumbra el sol de la mañana.
El poeta no tiene fuerzas para escribir y en cambio se fuerza a hacerlo, apunta con fuerza la punta del lápiz sobre el papel y la punta se rompe y aún estoy buscando el sacapuntas para volver a escribir. No sé de qué escribir y quizá estas palabras no sirvan de nada para nadie, pero sí para rellenar parte de tiempo mientras que me quedo mirando las farolas que se funden en las calles frías de Málaga.
Seguramente estas palabras no te hayan aportado nada, o quizá sí, depende de cada persona y prefiero quedarme conque estas palabras fueron escritas por alguien que no sabía qué hacer la primera madrugada de diciembre.
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