Última actualización 05/12/2011@22:37:10 GMT+1
Con estas palabras declaró, el chófer del Premio Nobel de Literatura, que el poeta murió asesinado, y no por el cáncer que padecía
Según el certificado de defunción de Pablo Neruda muestra que falleció debido al cáncer de próstata que padecía, acabando con su vida el 23 de septiembre de 1973. En cambio, Manuel del Carmen Araya Osorio, chófer personal del literato, sostiene que fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet.
No es la primera vez que su chófer cuenta esta versión de los hechos, puesto que lo quiso difundir por los medios de comunicación que le cerraron las puertas. Pero ahora, el juez Mario Carroza ha abierto el caso hace ya cinco meses, estudiando la posibilidad de exhumar el cuerpo para aclarar la verdadera muerte de Neruda.
El por aquellos entonces, joven taxista, confiesa que se acabó convirtiendo en el hombre de confianza del escritor, declarando que el cáncer jamás le impidió a Neruda hacer vida normal.
Neruda ingresó en el hospital, aunque se hizo público que “estaba más delicado de salud que lo real”. De ahí fue trasladado, días más tarde, a la clínica Santa María de la capital de Chile. Entonces, días más tarde, sobre las cuatro de la tarde mientras que la esposa de Neruda y el chófer guardaban los objetos personales que el literato había pedido que les llevaran mientras permanecía en la residencia. Entonces llamó por teléfono y les pidió que regresaran porque “se sentía muy mal”, mientras que dormitaba un médico había entrado en su habitación y le había puesto una inyección, que según el chófer, acabaría con su vida. Entonces los médicos responsables de Neruda le indicaron al chófer a y su esposa, Matilde, que fueran a buscar un medicamento que no se encontraba en la ciudad, sino en la periferia ya que estaba en juego la vida del poeta. Y así fue, tanto el chófer Manuel del Carmen como Matilde fueron a por el medicamento, pero en aquel desplazamiento en coche, otros dos coches le interceptaron, lo sacaron a la fuerza, lo tiraron al suelo y lo patearon, acabando con un balazo que le traspasó por debajo de la rodilla, declarando asimismo “Todavía conservo la marca de aquella herida”, se les trasladó a un centro de torturas instalado por la dictadura y no pudo saber más noticias de Pablo Neruda que combatían con los efectos de la inyección, que finalmente acabaría con su vida.
No es la primera vez que su chófer cuenta esta versión de los hechos, puesto que lo quiso difundir por los medios de comunicación que le cerraron las puertas. Pero ahora, el juez Mario Carroza ha abierto el caso hace ya cinco meses, estudiando la posibilidad de exhumar el cuerpo para aclarar la verdadera muerte de Neruda.
El por aquellos entonces, joven taxista, confiesa que se acabó convirtiendo en el hombre de confianza del escritor, declarando que el cáncer jamás le impidió a Neruda hacer vida normal.
Neruda ingresó en el hospital, aunque se hizo público que “estaba más delicado de salud que lo real”. De ahí fue trasladado, días más tarde, a la clínica Santa María de la capital de Chile. Entonces, días más tarde, sobre las cuatro de la tarde mientras que la esposa de Neruda y el chófer guardaban los objetos personales que el literato había pedido que les llevaran mientras permanecía en la residencia. Entonces llamó por teléfono y les pidió que regresaran porque “se sentía muy mal”, mientras que dormitaba un médico había entrado en su habitación y le había puesto una inyección, que según el chófer, acabaría con su vida. Entonces los médicos responsables de Neruda le indicaron al chófer a y su esposa, Matilde, que fueran a buscar un medicamento que no se encontraba en la ciudad, sino en la periferia ya que estaba en juego la vida del poeta. Y así fue, tanto el chófer Manuel del Carmen como Matilde fueron a por el medicamento, pero en aquel desplazamiento en coche, otros dos coches le interceptaron, lo sacaron a la fuerza, lo tiraron al suelo y lo patearon, acabando con un balazo que le traspasó por debajo de la rodilla, declarando asimismo “Todavía conservo la marca de aquella herida”, se les trasladó a un centro de torturas instalado por la dictadura y no pudo saber más noticias de Pablo Neruda que combatían con los efectos de la inyección, que finalmente acabaría con su vida.
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