La vida no sería vida sin sonrisas, así que sonríe.

1 dic 2011

Primera madrugada de diciembre

Dicen que cada poeta tiene una musa. Una musa a la que llorar, una musa a la que rezar, una musa a la que pervertir... Una musa para escribir, una musa para sentir, una musa a la que recordar.

Si te dijera que mi musa desapareció, se fue sin más y no he vuelto a saber de ella. La he buscado y no la he encontrado, desde entonces me han faltado las ganas de volver a escribir, de volver a ponerme bajo el flexo de mi desordenada habitación y dedicarle una de mis horas en la madrugada infinita. Solo intento plasmar falsos sentimientos que hacen sentirme un hipócrita con un lápiz en la mano.
Aveces no me entiendo a mí mismo, tengo brotes bipolares y siento como el día se cubre de nubes mientras que me deslumbra el sol de la mañana.

El poeta no tiene fuerzas para escribir y en cambio se fuerza a hacerlo, apunta con fuerza la punta del lápiz sobre el papel y la punta se rompe y aún estoy buscando el sacapuntas para volver a escribir. No sé de qué escribir y quizá estas palabras no sirvan de nada para nadie, pero sí para rellenar parte de tiempo mientras que me quedo mirando las farolas que se funden en las calles frías de Málaga.

Seguramente estas palabras no te hayan aportado nada, o quizá sí, depende de cada persona y prefiero quedarme conque estas palabras fueron escritas por alguien que no sabía qué hacer la primera madrugada de diciembre.




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