La vida no sería vida sin sonrisas, así que sonríe.

15 dic 2011

Acababa agosto justo a tiempo


La noche brillaba en el universo, las estrellas tiritaban, el alcohol por nuestras bocas se gastaba, risas, gritos, todo englobaba una noche que no podré olvidar nunca. 

En medio de la fiesta, en medio de un campo silvestre, bajo una luna que no le apetecía salir, se me echó el mundo encima. Recordé todo lo que pude hacer para conseguir el amor, y aquella noche de fiesta se convirtió en una de dolor, todo me parecía triste, no fue fácil salir de una cárcel en la que tú mismo te has encerrado.
Me fui, triste, solitario, sin nadie que me acompañara, estuve conversando con mis pensamientos, el por qué de esta vida, el por qué de mis fracasos, pero no sabía que en esa noche mi vida pasaría hoja.
En el momento que estaba apunto de echar a llorar, alguien apareció, se puso a mi lado y me preguntó qué me pasaba, por qué estaba así, yo se lo explique todo.
A ella le pasaba algo parecido, el chico que le gustaba no le hacia caso, y su situación se parecía a la mía, relucían sus copitas de más, y yo aunque bebí no estaba tan afectado por el alcohol, y entonces ella me dijo: “acaríciame”.
Yo no lo dudé, y acaricié todo su cuerpo con mi mano, cuello…espalda…mejilla…labios…  La situación se nos iba de las manos, nunca mejor dicho, ella también empezaba a dar besos, pero claro, dos amigos  que nunca pensaron en enredarse, quien viera aquella situación, se quedaría muy sorprendido y teníamos que evitar que nos descubrieran y tuvimos que hacer una pausa  y asomarnos para ver si alguien se acercaba. Sabíamos que lo que estábamos haciendo no estaba bien, pero el alcohol, la noche, estrellas, nuestras situaciones fueron un cóctel que no nos hizo pensar.
Pero daba igual, nuestros cuerpos seguían enlazados como enredaderas, mi mano cada vez se acercaban mas a sus pechos, hasta que como si fueran montañas escalé hasta la cima,  pero luego bajé hasta su ombligo haciendo círculos…
Ella se acercaba cada vez más, cubrió mi cuello con sus besos, pero al querer besar mis labios paré, no podíamos, le dije, aunque por un momento nos  besamos. Nuestras lenguas se rozaron, nuestras bocas se besaron, ella encima mía, su pelo, su cuerpo, su todo. Fue una noche que no olvidaré, porque no sentí nada,  aunque me hubiera gustado sentir algo, al igual que ella, solo fue un juego de una noche y en algunos momentos  pusimos  pausa, y nos detuvimos.
Recapacitamos en lo que habíamos hecho, paramos, nos relajamos, y nada me volvió a sentir tal excitación de estar haciendo algo prohibido. Salimos como si nada hubiera pasado, y como amigos seguimos y hasta ahora, nada igual había sentido.

- Dos años después- 

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