La vida no sería vida sin sonrisas, así que sonríe.

8 oct 2011

Acordes menores, Cap.4

Cap.1 Cap.2  , Cap.3
Lunes, estoy abriendo el bar a las siete del mañana, todo normal, hasta que veo en mi silla dos sobres. Abro el primero, y eran 50.000 pesetas, y en el sobre ponía mi nombre así que eran mías y un papel en el que se leía: “ Erick, gracias por ayudarme en aquella noche, tuvimos que ir al almacén por que toda la bebida del bar se había gastado, esto es un pequeño incentivo para ti, ya hablaremos “ fue una alegría enorme.
Pasó la mañana y le dije a Danny que viniera corriendo al bar que le tenía que decir una cosa. A las una estaba allí, con  una cara de incertidumbre, “toma” del jefe del bar, abrió el sobre y eran otras 50.000 y le daba las gracias por actuar y que no sería la última vez que lo hiciera. Danny se alegró mucho, y el dinero no le venía nada mal, ya que su salario se había atrasado por problemas con la tienda. Nunca me alegré tanto de que fuera lunes.

La semana transcurrió mejor de lo que esperaba, al jefe le sobraban sonrisas, Adrián también recibió un pequeño y estaba muy contento, ya le faltaría menos para comprarse el coche que tanto deseaba. María ya tenía colgada la foto en la pared de nuestro cuarto y preguntándome cuando sería la próxima vez que saldríamos con Rudy y Danny. Todo iba mejor de lo que creía, todos estábamos muy contentos y alegres. Mi hijo Erick me ha dicho hoy que ha sacado muy buena nota en matemáticas y no se qué pedir más la verdad. Todo va perfecto, pero claro todo lo que sube baja, va a ocurrir algo que es el motivo de toda esta historia, algo que no nos esperamos ninguno.

Era jueves 20 de diciembre, me tocaba de tarde en el bar, Adrián y los cocineros me felicitaron, era mi cumpleaños, y como no, se pusieron a cantarme el cumpleaños feliz… estaban graciosos los compañeros. A la hora, apareció mi jefe y me llamó con la mano, yo me dirigí hacia él. Me dijo que si Danny podría actuar el sábado de nuevo en el bar, yo le sonreí y le dije que hablaría pero que no habría ningún problema.
Lo llamé y le dije que se pasara por el bar, que tenía que hablar con él. A la hora apareció, y me felicitó por mi treinta y ocho cumpleaños y le dije lo que mi jefe me había dicho, y aceptó firmemente y me contó que se había gastado el dinero en un regalo para Rudy, por que esa semana misma, hacían ocho años de relación, él estaba feliz, simplemente feliz.

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