La vida no sería vida sin sonrisas, así que sonríe.

3 ago 2011

Historia de un Narco, Cap2.

Le hicieron no se qué en la mano, seguidamente se la vendaron y le dieron unas pastillas para calmar el dolor. Mientras que la ambulancia se encontraba a nuestro alrededor yo estaba preocupado por si llamábamos demasiado la atención, puesto que como nos pillaran con la carga, nos habíamos metido en una buena de la que no saldríamos vivos.
La ambulancia se marchó y Sanchez se puso a descansar en una de las colchonetas de proa y estuvimos esperando la llamada. Al ver que no llamaban, decidimos llamar nosotros, él fue el que se encargó de hacerlo.

- ¿Hola? ¿Salimos ya o qué? Estamos impacientes en el puerto sin saber qué hacer.
- Nos falta un puerto por avisar, porque no logramos contactar con ellos para que hagan la vista gorda cuando vayáis a desembarcar esta noche allí, salid ya si queréis.
- Vale, hasta la próxima llamada, nos ponemos en marcha Pedro y yo.
- Chao

Mi compañero me dijo que todo estaba listo para que saliéramos a la mar, me mintió o mejor dicho me ocultó la verdad. Salimos, conduje yo, él estaba malpertrechado con la mano. Lo noté inquieto, se echó una siesta, se despertó. Le pregunté si le pasaba algo, y él me dijo que se encontraba molesto por la herida pero que no le ocurría nada más.
Seguí con la ruta, partimos de Gibraltar, nos adentramos en aguas del mar Mediterráneo, nos vamos alejando de la costa y nos encontramos a una velocidad moderada para no levantar sospechas. Lo que ahora mismo pienso, es que quiero que esto termine cuanto antes, creo que es primer viaje en el que me encuentro más nervioso. Sánchez me trae un refresco y puso la radio, Kiss Fm nuestra cadena de radio favorita. Aumenté la velocidad, el mar estaba como si fuera un plato, fantástico para navegar. A Sánchez le seguía doliendo la mano y se tomó las pastillas que le había recetado el enfermero de la ambulancia  también me dijo que le costaba mucho mover los dedos y que no podría cambiarse para controlar los mandos de navegación, es decir, me tocaba a mi conducir durante todo lo que quedaba de tarde y parte de la noche.

Miré el reloj, marcaban las 9 y media de la noche. Tenía hambre, paré el barco y me serví la cena, unos macarrones en un tapper que me había hecho mi madre, estaban buenos y calentitos del microondas. Sánchez, en cambio, tenía una tortilla de su abuela. Él era más joven que yo, mis abuelos por desgracia no viven ya ninguno. Durante la cena, me contó que su abuela le hizo la tortilla con las patatas y los huevos del huerto de su abuelo, también me estuvo contando que él vive con ellos. Estábamos manteniendo una conversación con cierta confianza, ya que nos conocíamos pero nunca nos habíamos puesto a conversar de nuestras cosas, sólo hacíamos los que nos mandaban y punto. También me dijo de que su madre se encontraba en Inglaterra trabajando y que le mandaba un poco de dinero y que no sabe nada de que estaba traficando con drogas. Su padre en cambio vivía también con sus abuelos y era un obrero de la construcción, pero que no trabaja ahora mismo y por eso, él se había metido en este negocio, ya que con la pobre paga que les daban a los abuelos y al padre, él no podría alcanzar su sueño, que era tener un coche y seguir trabajando en una pequeña tienda del centro de la ciudad.
Estuve atento a lo que me estaba contando y a la vez viendo como intentaba comer con una sola mano, ya que con la otra, apenas podía moverla. Entonces, me preguntó por mí, porque me había metido en esto del tráfico de drogas y le conté que no se gana mucho dinero limpiando barcos y que, no estaba mal económicamente , yo siempre he sido muy ambicioso y quería hacerme una casa en el campo, con piscina , un bonito jardín, y vivir por fin agusto con mi pareja Alejandra e irnos del minúsculo piso que ya se nos hacía pequeño, además que ella quería tener un hijo y en ese piso no podíamos estar, el barrio en el que vivía era muy conflictivo y no queríamos eso para nuestro próximo hijo.

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