La vida no sería vida sin sonrisas, así que sonríe.

21 ene 2011

Y nunca jamás sonreí de aquella manera.

Y nunca jamás sonreí de aquella manera.

Todo empezó un viernes, ese día que todos esperamos para llegar a nuestras casas para tirar la mochila al suelo de tu cuarto y echarte en el sofá para ver la televisión, escuchar música o simplemente estar relajado en el ordenador. Pues aquel viernes no fue este tipo de viernes, fue el mejor viernes de mi vida.

Miré el reloj, 16.00 de la tarde. Me conecté para hablar como hago normalmente. Y a los pocos segundo de conectarme, ella me lo dijo: " Tío, estoy sola en mi casa, si quieres venirte..". Mis cejas subieron y bajaron como signo de sorpresa. Así que yo no me lo pensé y bajé por la carretera de mi barrio hasta su casa.
Durante el camino no pensaba en nada más fuera de lo normal, escuchaba mi música tranquilamente, y no tenía ninguna prisa por llegar. A los 15 minutos así, llegué a su puerta, la llamé para que me abriera, porque nadie sabía que yo estaba allí, y el timbre de su casa mejor sería que no se oyera, por los vecinos.
Así que me abrió la puerta, con una primera risa inexplicable, no sé, no sé porque se reía la verdad, pero bueno, las tías, son una ciencia inexplicable, así que no le di muchas vueltas a la cabeza.


Ya dentro de su casa, estuvimos unos 2o minutos viendo vídeos en el ordenador, recuerdo que ella estaba sentada encima de mis piernas, nos mirábamos, nos reíamos, y mirábamos la hora porque los padres estaban por venir en un rato, así que no nos podíamos despistar del reloj.
Yo miré la hora, apenas quedaban 45 minutos para nos tuvieramos que ir así que yo le agarré del brazo para que no se pudiera defender y le intentaba coger la nariz. Ella se reía, yo me reía, acabamos levantados "peleándonos", entre forcejeo y forcejeo, y mi triunfal 'cogimiento' de su nariz, acabó echada en el sofá, echada a lo largo. Yo me acerqué y me senté al lado, y puse sus piernas sobre mis rodillas.

Se hizo un silencio intrigante, nos mirábamos directamente sin ninguna pausa, ni siquiera algún pestañeo, así que con una sonrisa, la besé, nos reímos, me abrazó y en ese instante, me eché encima de ella, y le dije que si yo le pesaba mucho, pero ella me dijo que no, que no le molestaba,
Así que unos tras otro, fueron cayendo los besos, las caricias, las risas, los pellizcos, las manos, los bocados..Los besos cada vez, más intensos, las caricias cada vez, más fuertes, cogía su mano apretando fuerte, como para que no se me escapara.
Empecé a tener calor, la temperatura subía poco a poco, y me deshice de mi camiseta y la tiré al vuelo, cayendo sobre el pomo de la puerta, vaya puntería. Ella al ver que yo me quité la camiseta, también lo hizo, cada vez subía más la temperatura. Pusimos una mínima pausa para mirar el reloj, quedaba aún mucho tiempo así que seguimos. Más caricias, más besos, más manos...Hasta que los dos nos miramos y no hizo falta ninguna palabra, llegó el momento esperado.
Ella cerró los ojos, yo también, y sin prisas pasó, el calor del ambiente, el amor que se suspendía en el aire, sus gestos, nuestros suspiros, fue algo que jamás podré olvidar, algo que me nunca había experimentado y que aquel viernes, fui el chico más feliz del mundo por estar con ella, a su lado y por haber hecho lo que hicimos, por poder expresar todo lo que sentíamos en un simple gesto. Jamás lo podré borrar, olvidar.Y la verdad que  nunca jamás sonreí de aquella manera. 

 Nos despedimos con un gran beso, ella me vio como bajaba la carretera para irme a mi casa, y yo la vi como subía la calle que subía a su casa. Fue tan especial...


Y nunca jamás sonreí de aquella manera.

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